Anécdotas

En una oportunidad, le comenté que tenía un sueño que consistía en conversar con él, grabador de por medio, para que me cuente de su vida, de su familia, sus amigos, de su pasión por los gallos y las riñas, de cómo compuso tal o cual canción, etc.; y colaborar así, aunque sea ínfimamente, en la difusión de su obra, que se vuelve mas “gustosa” cuando se conoce profundamente al autor. Habían transcurrido dos ó tres años desde aquella conversación sin que hubiera tenido una sola entrevista, hasta que en una guitarreada en el mes de Abril ó Mayo del año pasado, estando sentado a su lado, me agarró el brazo y me dijo: -“Josué, vos tenés un sueño”-, lo miré sin poder creer que todavía recordara aquella conversación, y agrego: -“no esperes que me muera”. La Providencia quiso que esa misma semana me pudiera organizar y me dispusiera a iniciar mi tarea. Y así comenzó a recibirme en su casa los sábados a la tarde, en las que tuve el gusto de compartir con él inolvidables conversaciones, mates, cervezas o un vinito quizás. En una de esas charlas descubrí que sentía una profunda admiración por Leopoldo Lugones, admiración que supo contagiarme en largas horas de lectura, -“sin luz suficiente”-, como solía decirme cuando se cansaba, para que yo tomara el libro y continuara leyendo en voz alta. Después de cada verso, me miraba y abriendo grande los ojos, levantando las cejas y sacudiendo la mano lentamente, me decía: -“qué barbaridad!!!; vos te das cuenta de la profundidad de todo lo que dice!!!???”…y de vez en cuando le caía alguna lágrima, que también me contagiaba… En otra ocasión, siempre grabador en mano, me pude dar el gusto, o tener el honor, de llevarlo a La Rioja, a “despedirse” de sus amigos riojanos, como solía decir algunas veces, forma de expresarse de la que yo renegaba é insistía en que no utilizara, a lo que me contestaba: -“yo se bien porqué te lo digo”-. Y así fue que, después de algún tiempo de buscar la fecha apropiada, partimos el viernes 24 de Agosto del año pasado, el mismo día de su cumpleaños numero 79. Temprano por la mañana lo pasé a buscar. Me esperaba con su barba bien emprolijada, elegante con su traje de gaucho y sombrero, mateando con Clyde - su mujer - y tres de sus cuatro hijos Alejandra, Abelito y Argentina, ya que con Juan Pablo nos encontraríamos en La Rioja. Venían con nosotros Lalo - su inseparable compañero -, Víctor Figueroa y Milo Fleming . Compartimos juntos un viaje inolvidable. Hicimos una escala técnica en Alberdi, Provincia de Tucumán, para comer un asado al que habíamos sido invitados, el que se estiro en canciones, llegando finalmente a nuestro destino alrededor de la ocho de la noche, donde lo recibieron estupendamente bien, - también a nosotros por ser sus acompañantes -, con una comida en el Club Social a la que no faltaron sus buenos amigos, el buen vino, la buena música y la poesía. Al día siguiente asistimos a un evento de gallos que “casualmente” coincidía con nuestra presencia allí, regresando el día domingo, con el corazón satisfecho y con dulces y alfajores catamarqueños, para las respectivas familias. Solo me queda por hacer público mi compromiso de terminar de ordenar esta exquisita recopilación de vivencias y decirle: ¡MUCHAS GRACIAS DON ABEL! ¡SUEÑO CUMPLIDO!. Anécdotas contadas por Josué Escudero, otro hermano del alma (Las Lajitas, 4 de Marzo de 2.008).

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